3/03/2013

Hondas y Abismos





Mi alma tiene sed de Dios


Sal 42:1  Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, 
 Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. 

Sal 42:2  Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; 
 ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? 

Sal 42:3  Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, 
 Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? 
  
Sal 42:4  Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; 
 De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, 
 Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta. 

Sal 42:5  ¿Por qué te abates, oh alma mía, 
 Y te turbas dentro de mí? 
 Espera en Dios; porque aún he de alabarle, 
 Salvación mía y Dios mío. 

Sal 42:6  Dios mío, mi alma está abatida en mí; 
 Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, 
 Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar. 

Sal 42:7  Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; 
 Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. 

Sal 42:8  Pero de día mandará Jehová su misericordia, 
 Y de noche su cántico estará conmigo, 
 Y mi oración al Dios de mi vida. 

Sal 42:9  Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? 
 ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? 

Sal 42:10  Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, 
 Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios? 

Sal 42:11  ¿Por qué te abates, oh alma mía, 
 Y por qué te turbas dentro de mí? 
 Espera en Dios; porque aún he de alabarle, 
 Salvación mía y Dios mío.  




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